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Dimensión cultural: el rol de la educación

Educación

¿Cuál es el rol de la educación y cuál es (o cuál debería ser) su vínculo con la gestión del agua y con el cumplimiento de la normativa?

Respuesta del integrante del Grupo Asesor Dr. Miguel Doria

Garantizar la educación relativa al agua en todos los niveles es fundamental para una gestión y gobernanza adecuada del agua. Para ello deben garantizarse oportunidades de aprendizaje y considerarse un sentido amplio en la enseñanza de las ciencias hidrológicas y otros temas relacionados. La educación debe ser abordada como un tema transversal a todas sus áreas de desarrollo que permita generar conocimiento, mejorar las capacidades y valores para la protección y manejo sostenible del recurso. Se debería verificar también si la forma como el agua está presente en el currículo escolar refleja la realidad hídrica (p.ej. en algunos casos el hombre no hace parte ‘del ciclo del agua’, se muestran ríos que ya no existen, etc.). La educación debe fomentar el aprendizaje sobre temas relevantes para la comunidad y país (p.ej. qué hacer para extraer agua, que significa calidad del agua, que hacer durante una inundación, etc.) – este es un aspecto critico que requiere también que los profesores estén capacitados.

Con el fin de contribuir a lo mencionado anteriormente, la UNESCO se apoya en la Familia del Agua – Cátedras UNESCO y Centros sobre recursos hídricos. Las Cátedras UNESCO por su parte, constituyen un instrumento para el desarrollo de competencias en instituciones de enseñanza superior e investigación, mediante el intercambio y el aprovechamiento compartido del saber.

Estas abarcan instancias de formación, investigación e intercambio a nivel universitario y brindan un marco para compartir conocimientos en las esferas de competencia de la UNESCO.

Los Centros, por otro lado, trabajan en prioridades temáticas y geográficas pertinentes en sus ámbitos de especialización en una determinada región.

Respuesta del integrante del Grupo Asesor Dr. Javier Taks

Hablar de «educación» en general oscurece más que aclara. La trasmisión intergeneracional de información, valores y actitudes se da casi que sin esfuerzo, simplemente por vivir en colectivo.

Esto es una forma de educación, que en antropología se le denominó por mucho tiempo «endoculturación», la reproducción inconsciente de una cultura por parte de las generaciones nuevas por vivir con sus adultos.

Pero hay también una educación conciente con miras a reproducir o modificar esa tendencia de la endoculturación. Hay algunos aspectos que la educación conciente necesita enfatizar, reforzar y actuar constantemente para que nadie se «desvíe» de la endoculturación, incluso cuando la realidad no condice con los valores o la información que se trasmite para darle sentido y explicarla. Pero también hay enormes esfuerzos para intentar modificar, transformar, hacer conciente y criticar la endoculturación.

A su vez parecería que hay varios sectores de educación (sea reproductivista o para la transformación): formal (con fuerte incidencia del estado), no formal (más autónomo de las instrucciones estatales) y familiar o del endogrupo (que puede ser el grupo de jóvenes en la esquina de un pueblo o ciudad).

Entonces: nos relacionamos inicialmente con el agua y la gestionamos a partir de las prácticas, valores y actitudes heredadas, en nuestra vida cotidiana y también cuando nos tomamos el tiempo para pensar un poco hacia atrás y otro poco hacia adelante (como cuando participamos en una comisión de cuenca). Se confía mucho hoy día en que los procesos educativos son capaces de producir los sujetos que modificarán el sentido común (endoculturación) para avanzar hacia una gestión integrada de los recursos hídricos. Por ejemplo, personas que sean capaces de abstraer su vínculo cotidiano directo con el agua, para alcanzar una representación vívida del territorio de «cuenca». Algo que es muy difícil o imposible de percibir directivamente, sino que precisa de funciones cognitivas superiores de abstracción, lectura de mapas, y ponerse en otro lugar del que uno está. Sin la educación formal (y a veces la no formal), esos procesos de abstracción son muy difíciles de lograr. Entonces para las nociones más modernas de gestión del agua, la educación formal por más fragmentada que sea en asignaturas como matemática, probabilidad, geografía, historia, etc. parece clave si queremos una gestión moderna de las aguas. Si quisiéramos otro tipo de gestión no moderna, sino basada en los conocimientos tácitos locales únicamente, a lo mejor con la endoculturación sería suficiente.

La relación educación y cumplimiento de la normativa, no es mecánica ni directa. Las instituciones escolarizantes son generalmente disciplinadoras: crean sujetos para que se sujeten a ciertas reglas de juego de la institución educativa, que luego se supone se extrapolan a través de la conciencia a otros reglas de juego más amplias: el derecho a nivel del estado nación, por ejemplo. Pero la realidad muestra que no es unilineal. Todos los días, cada uno de nosotros, no cumple alguna norma; a veces conciente y otras muchas inconscientemente. A veces con la mayor escolaridad. Es que hay una parte de nuestros comportamientos que depende de nuestra conciencia, nuestra ética individual, las «enseñanzas recibidas» en las instituciones educativas, pero mucho de nuestro comportamiento está influenciado por la competencia económica, la lucha por estatus y privilegios, por la solidaridad visceral con el prójimo, etc. No son aspectos individuales sino colectivos. En una sociedad donde crímenes de lesa humanidad han quedado impunes frente a la Ley en el pasado reciente, se genera un imaginario colectivo de mayor impunidad en diversos campos de acción, más que en sociedades donde ello no sucede. Si para que muchos procesos cotidianos sean efectivos, es necesario jopear, esquivar o flirtear con las normas, será mucho más difícil que alguien se sienta comprometido en cumplirlas todos los días y en todas las ocasiones. Si las normas son impuestas desde la autoridad técnico-estatal, sin una discusión generalizada entre los directa e indirectamente involucrados, seguramente hay más chance para el no cumplimiento. Esta reflexión es dentro de un contexto de democracia y de prácticas políticas abiertas. En un estado de facto, en una dictadura por ejemplo, el miedo será seguramente la principal razón para cumplir con la norma, no el convencimiento de su necesidad para resolver los conflictos inter-personales que se pudieran generar. Entonces: la educación crítica de la endoculturación es también clave para un respeto de la normativa consiente y reconocida por las personas; y para resolver las contradicciones que el devenir pueda mostrar entre normativa y resultados prácticos.

¿Qué le aporta (puede aportar) al plan la inclusión del eje educación y más en general la dimensión cultural?

Respuesta de DINAGUA

Programa 11 “La dimensión cultural es imprescindible para la puesta en valor del agua en tanto derecho humano y la apropiación y construcción de un vínculo saludable de la comunidad con los recursos hídricos”.

Respuesta del integrante del Grupo Asesor Dr. Javier Taks

Si seguimos el razonamiento de arriba, la inclusión de la educación ambiental permitirá que las personas se sientan más comprometidas con una gestión integral moderna, que requiere niveles cognitivos superiores de abstracción, resolución de problemas complejos, y, muy importante, reconocimiento de la diversidad de personas, aguas, territorios y ecosistemas, más allá del entorno inmediato.

La inclusión de la dimensión cultural, sería un antídoto posible para el sesgo economicista (que diría: la relación costo-beneficio es el mejor método que todos usamos y deberíamos usar para llegar a acciones eficientes) o al institucionalismo funcionalista político (que diría: lo que existe es lo bueno, pues por algo existe). La dimensión cultural nos habla de la diversidad en lo común.

Lo que tenemos en común todos los seres humanos es que tenemos el potencial de desarrollar nuestras habilidades de diversas maneras. La Gestión Integral de las Aguas es una visión que puede ser abordada y realizada de diferentes maneras. Pensar desde la cultura es poder hacerse esta pregunta acerca de los muchos caminos posibles para alcanzar colectivamente un resultado deseado. El Plan tiene que incluir la dimensión cultural para conocer cómo se han gestionado las aguas en el pasado y cómo se están imaginando los distintos grupos de personas, en nuestro país al menos, las formas de gestión futuras. Hay que enfrentar esta diversidad con honestidad, en

sus tensiones, en sus conflictos. Una mirada cultural podría ser un principio, entendiendo que no

hay posturas naturalmente irracionales o racionales, sino que hay contextos explicativos para las múltiples posiciones respecto a cómo sentir, usar y pensar las aguas.

¿Cuál es el rol que juegan/deberían jugar los medios de comunicación (sobre todo considerando que son formadores de opinión) en la discusión de Planes Nacionales como éste, incluyendo el manejo de las divergencias y controversias que suscitan?

Respuesta del integrante del Grupo Asesor Federico Gyurkovits

Los medios no deberían jugar en este tema ningún otro rol que el que deberían jugar en todo tema importante para la sociedad. Investigar, informar, aportar conocimiento y confrontar ideas.